El ser humano cuando conecta con otros es capaz de realizar propuestas sorprendentes que resuelven desafíos y crean nuevas realidades. Sin lugar a dudas, nuestra esencia es social y lo es gracias a nuestra naturaleza relacional.
Nuestra esencia es social en cuanto el ser humano es un ser que se ha producido a sí mismo construyendo su propia realidad mediante las pautas de interacción, influencia e interdependencia que le permite su capacidad relacional. Porque hemos conectado, y colaboramos, nuestras diferencias individuales se transforman en un incalculable recurso que, compartido, genera inteligencia colectiva, facilita la sinergia positiva y abre el camino hacia el logro de grandes propósitos.
Lamentablemente, no siempre nuestra red de relaciones e intercambios produce efectos beneficios. A veces, desencadena división, dominación, violencia. Una aviso para navegantes, la diversidad no nos debe llevar a la división, sino a la diferenciación para servir a un bien común.
El ser humano se ha producido a sí mismo y lo ha hecho posible gracias a su conexión con los otros. Las múltiples y variables actividades que realizamos no están determinadas por nuestro capital biológico. Hemos construido nuestra realidad, una realidad que nos proporciona control y dominio de nuestro entorno, certidumbres, estabilidad, orientación, afectos, un lugar en el mundo.

Obviamente, no es una idea nuestra, es una idea de la vida. Es una idea que condensa el relato que, como un susurro, nos regaló Carlos López Otín (entrevistado por Iñaki Gabilondo): “… hace unos mil millones de años sucedió algo extraordinario… …alguna de estas células primitivas entendió que tal vez pudiera haber alguna ventaja si pudiera asociarse a otras… …y a partir de entonces las palabras de la vida ya no fueron solo dividirse, sino diferenciarse… y, sobre todo, servir a un bien común… …El organismo es el resultado de una solidaridad extrema: eso es la vida”.
Somos lo que somos porque hemos conectado solidariamente. Cuando la forma de orden que hemos construido se transforma en un modo de pensar, sentir y actuar, consensuado, aceptado, compartido y, se interpreta como acertado y correcto, estamos construyendo la realidad social, nuestra realidad, y, a esta realidad, se le atribuye lo propio de lo sagrado

Si la vida es el resultado de una solidaridad extrema, lo que somos también lo es. Al fin y al cabo, mucho más cercano que esos mil millones de años, pero tan lejano como hace ocho millones de años, hemos evolucionado y sobrevivido como especie, y como sujetos particulares, gracias al cuidado y a la atención de los nuestros, a la búsqueda de contacto con los otros, al apoyo y cooperación que nos prestamos mutuamente, a nuestra capacidad de generar tribu, de conformar grupo para el éxito de nuestra especie. Somos lo que somos porque hemos conectado solidariamente.

Las personas, en el momento que entran en relación con otras: crean una estructura de vínculos y relaciones en la que interactúan, se influyen y son interdependientes, canaliza sus necesidades individuales y colectivas, crean un sistema, una forma de orden, una forma de organización. Cuando esta forma de orden se transforma en un modo de pensar, sentir y actuar, consensuado, aceptado, compartido y, se interpreta como acertado y correcto, estamos construyendo la realidad social, nuestra realidad, y, a esta realidad, se le atribuye lo propio de lo sagrado. Al fin y al cabo, jerarquía significa orden sagrado (ἱεραρχία, de ἱερός -sagrado- y ἀρχή -orden. Orden: regla o modo que se observa para hacer las cosas. Sagrado: digno o merecedor de respeto, estimación o veneración. Que no se puede o se debe renunciar).
Continuará…
Autores: Jesús de Miguel y Laura MOZ
Cómo citar este trabajo: De Miguel, J., Ortiz, Laura. (2021). El poder de la conexión. Documento de trabajo de la serie: Trabajar en equipo: el poder de la conexión: Mushin Consultores S.L.